Como hablar sobre la muerte a los niños 💚

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Mamá, no te preocupes, si al abuelo ya le habrán salido las alas.
¿Alas?
Claro, para bajar y subir al cielo a buscar a los que tengan que subir después
Guille, 7 años

Los niños nos sorprenden con su imaginación para expresar ideas que para nosotros resultan difíciles de digerir. En ocasiones, creo que ellos asumen con más naturalidad sucesos como la muerte porque no le dan tantas vueltas a la cabeza como nosotros, como sabiendo que “te mueres porque antes estabas vivo”. Eso sí, necesitan tenernos cerca para compartir sus preocupaciones con nosotros y ayudarles a aclarar ideas erróneas.

Elisabeth Kübler-Ross, médico psiquiatra suiza (1926-2004), dedicó buena parte de su vida a acompañar a miles de personas en ese momento de morir y luego a hablar sobre la muerte a los que se quedaban. Identificó las cinco fases del duelo por las que pasamos cuando alguien cercano muere (negación, ira, negociación, tristeza y aceptación) y fue pionera en establecer lo que hoy denominamos cuidados paliativos al acompañar a sus paciente en ese trance.

Ella, toda una experta en el tema, pensaba que cuanto más conociéramos sobre la muerte más fácil nos sería la vida. Y lo mismo les pasa a los niños, llegado el momento quieren saber qué es eso de la muerte y qué pasa después. Pero si el tema de la muerte nos inquieta a adultos ¿cómo no vamos a ponernos nerviosos al tener que hablarlo con ellos?

Qué tienen que saber los niños sobre la muerte

A partir de los 3/4 años muchos niños comienzan a hacer preguntas sobre lo que sucede cuando uno muere. Esto es parte de su desarrollo normal y lo más habitual es que sus preguntas nos sorprendan cuando menos lo esperemos. Tampoco se contentan con poco y pueden preguntar desde lo más general hasta el detalle más pequeño.

Es importante que seamos claros, directos y sinceros en nuestras contestaciones adaptando lo que decimos  a su edad y madurez.

Más allá de explicaciones ligadas a nuestra parte más espiritual, hay cuatro cosas importantes sobre la muerte que debemos dejar claro a los niños:

  1. El cuerpo deja de funcionar porque físicamente no puede seguir haciéndolo: “cuando uno es muy muy viejo el cuerpo está tan-tan-tan gastado que  ya no puede trabajar más”, “a veces una enfermedad muy grave no tiene cura” o “en un accidente muy fuerte la herida es tan grande que no se puede curar”.
  2. La muerte significa que la persona ya no va a vivir más, no vuelve como si se hubiera ido de viaje o se despierta porque estaba dormida. Uno cuando muere lo hace para siempre.
  3. Todos morimos. Normalmente “cuando somos muy muy muy viejos o estamos muy muy muy malitos”. Es lógico que pregunten por su muerte o la nuestra y habrá que responderles con naturalidad.
  4. La muerte no es culpa de nadie. Es un hecho natural, no un castigo, que no tiene que ver con cómo se porten o la relación que tuvieran con quien muere.

Cómo ayudar a afrontar la pérdida de un ser cercano

Niños y adultos nos parecemos en las emociones que sentimos cuando alguien muere. El dolor por perder a alguien, la tristeza al ver que ya no forma parte de nuestra vida, la ira al pensar que no tendría que habernos pasado o el vacío en el día a día que esa persona ha dejado.

El vínculo que tuviéramos con quien muere, el tiempo de convalecencia y la interpretación que le demos a esa muerte influyen en el duelo posterior. La muerte de alguien de la familia o con una relación muy cercana lógicamente es la más difícil. Cuando nos sorprende la  muerte repentina nuestros sentimientos son más intensos porque no ha habido tiempo «para preparase» (el tiempo de enfermedad nos da margen para ir elaborando lo que va a suceder).

Cuando alguien cercano muere, los niños necesitan que nosotros pongamos palabras a lo que sucede. Tendrán preguntas sobre casi todo y es bueno que las contestemos favoreciendo la expresión de sus sentimientos y de los nuestros.

A efectos prácticos esos días:

  • Es bueno dejar que participen en los rituales o al menos no dejarle al margen de lo que sucede esos días. ¿A partir de qué edad puede o debe hacerlo? Pues no hay una edad concreta. En general, debemos pensar en no exponerle a situaciones tan intensas como las de un tanatorio. Siempre siempre explicarle en qué consiste lo que va a vivir, acompañarle y “arroparle”.  Participar de lo que se haga esos días le integra en el grupo y le permite recibir el consuelo y el cariño de los demás, cosa que necesita igual que los adultos.
  • Si es más pequeño o no se ve conveniente que participe, puede aportar su cariño escribiendo algo sobre la persona querida o haciendo  un dibujo.
  • Si es posible que se despidan de la persona querida en vida es bueno que lo hagan porque eso suaviza el duelo posterior. Y si no pudieron hacerlo, nunca es tarde para organizar una despedida después.
  • Los adolescentes son más conscientes del significado de la muerte y a veces su dolor es tan grande que lo taponan. Además se sienten diferentes e incomprendidos. Estar cerca de ellos, cuidarles y hablar es lo más recomendable.

Será seguramente en este momento cuando nuestras creencias más espirituales cobren todo el sentido y es bueno compartirlas con nuestros hijos. Si uno cree en el cielo, contarles que allí está ahora la persona querida e imaginar con ellos cómo será, les aliviará la tristeza igual que si otro cree en la reencarnación y fantasea con ellos sobre la nueva forma de la persona que ha muerto.

Si no tenemos claras nuestras creencias sobre lo que viene después de la muerte, es igual de bueno transmitirles nuestras dudas antes que callar incómodos.

Según la experiencia de Kübler-Ross, puede ser que cuando morimos, “al otro lado” nos espera la persona más querida por nosotros que haya muerto antes. Muchas de las personas a las que acompañó en la muerte, manejaban la idea de que  un ángel de la guarda o un guía espiritual o un maestro “nos recoge”. Este hecho variaba según la cultura o creencias del paciente pero quizá ayuda a los niños que han perdido a un hermano o un amigo cercano porque ya no se lo imaginan solos o perdidos sino acompañados de alguien querido.

Qué piensan los niños cuando alguien muere

Cómo interpretamos la muerte de un ser querido es el tercer factor que influye en el duelo posterior. Igual que nos pasa a los adultos, los niños también pueden sentirse responsables sin razón ante la muerte de un ser querido. Puede que piensen que si ellos hubieran jugado más en silencio, su padre no se hubiera puesto malito ya que le dolía la cabeza cuando ellos hablaban muy alto. O que si se hubieran quedado quietos en el coche no habrían tenido el accidente.

Otras veces piensan que “como yo no quería que viniera ese niño que me cae mal, pasó eso” o “yo una vez le odié tanto que por eso ha muerto”. Pueden sentirse responsables de alguna manera de lo que ha sucedido y es muy importante que aclaremos que no lo son. Debemos hacer hincapié en que la muerte es algo natural,  que sucede sin que haya alguien responsable o culpable al menos en la mayoría de los casos. Oírlo de nosotros les quita ese peso del corazón.

Cómo pasan el duelo los niños

Cada uno reacciona de una forma ante el dolor de perder a alguien y es obvio que todas las reacciones merecen nuestro respeto.

Algunos niños a veces no dicen nada sobre lo que ha pasado y otros lo hablan sin problema, con su natural incluso divertida forma de expresarse. Unos lloran mucho y otros poco. Algunos se enfadan, están irritados o más ariscos. Unos tienen pesadillas o se ponen mucho más mimosos. Reacciones normales todas.

Como adultos tenemos que intentar transmitirles la confianza de que pueden expresar lo que sientan, sea lo que sea y luego respetar su reacción (“es normal que llores por el abuelito”, “a todos nos pasa que estamos más tristes y le echamos de menos” o “yo también a veces me enfado porque nos haya pasado a nosotros).

Cualquier emoción debe ser respetada en cualquier situación y ante la muerte de un ser querido, también.

Cómo ayudar a los niños a expresarse ante la muerte

Con mucho mimo, comprensión, paciencia y algunos trucos para que se sientan más cómodos

  • Comprender primero nosotros que los cambios emocionales que uno siente cuando está de duelo son normales y transmitírselo a ellos. Al perder a alguien le echamos de menos, nos cuesta hacer la vida sin esa persona a nuestro lado y cambia mucho nuestro día a día. Todo esto nos hace sentir triste y esto es lo normal. No hace falta fingir o reprimir las lágrimas si los niños están delante. Se puede llorar y explicarles los motivos. Así ellos sabrán que “está permitido” hablar de este tema y podrán llorar también.
  • Preparar un momento y un espacio para poder abordar el tema con ellos: un momento sin muchas distracciones y con cierta tranquilidad para poder responder a sus preguntas. Lógicamente si el adulto está pasando su propio duelo serán momentos muy difíciles pero no es bueno reprimirse, ni como adulto ni como niño.
  • Para que ellos se sientan cómodos y se abran a la conversación siempre funciona contar nosotros algo primero y luego escuchar. Por ejemplo: “esta mañana me he puesto a llorar al recordar a papa…le echo tanto de menos”. Con alguien preparado para escuchar es más fácil la conversación.
  • Es conveniente volver a hablar sobre la muerte de ese ser querido más veces porque poner palabras a lo que ha sucedido es fundamental para que ellos puedan darle un sentido. Puede ser doloroso pero si uno saca el tema y escucha lo que ellos dicen,  sabremos por dónde andan sus creencias. No importa si mientras se comparten sentimientos ellos siguen pintando el dibujo o juguetean con la mano. Responder con sinceridad a sus preguntas hasta que dejen de hacerlas, que ya ellos harán saber que lo han comprendido.
  • No tener miedo de recordar a la persona querida con ellos, al contrario, esto contribuye a sacar la pena y a “normalizar” su ausencia.
  • Dar libertad para que actúen: algunos niños pintan un dibujo a la persona querida o le guardan un trozo de tarta en su cumple o respetan el sitio donde se sentaba o quieren jugar más con un juguete porque se lo regaló esa persona. Todo vale para llorar la tristeza.

Cómo explicar la muerte a los niños: libros recomendados

La muerte: un amanecer (1983), de Elisabeth Kübler Ross.

La muerte y los niños (1988), de Elisabeth Kübler Ross.

Sobre el duelo y el dolor (2015), de David Kessler.

Explícame qué ha pasado, muy buena “Guía para ayudar a los adultos a hablar de la muerte y el duelo con los niños” (Fundación Mario Losantos del Campo). Muy recomendable para profundizar en este tema y estar preparados para responder mejor a sus preguntas. Aporta qué podemos hacer según las edades de los niños y adolescentes.

Acompañar en el duelo, Manuel Nevado y José González. Sobre su capítulo de duelo infantil quiero destacar la estupenda la idea de que al darles la noticia a los niños, no lo hagamos de forma abrupta sino siguiendo una historia y explicando cómo se ha llegado a la muerte.

Gracias a Sol del Val Espinosa y Elsa Sierra García, psicólogas expertas en Cuidados Paliativos por sus aportaciones y por compartir sus experiencias en los documentales “Compañeros de viaje” y “Remontando el vuelo”.

Begoña de Torres-Peralta
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